La Terapia Gestalt es una experiencia compartida entre cliente y terapeuta, de ahí que lo más relevante sea la relación que se establece con cada persona que acude a terapia. Esta relación se basa en la confidencialidad y el no juicio y deviene un espacio íntimo donde todas las creencias, emociones, pensamientos, deseos, fantasías, malestares o experiencias desbordantes pueden ser expresadas libremente. La dialéctica entre apoyo y confrontación facilita al cliente la toma de consciencia. La atención y la consciencia se enfocan en el presente y desde el “aquí-ahora” exploramos el pasado y sus efectos tanto en el “ahora” de la sesión terapéutica como en el “hoy” del día a día del cliente. De este modo la persona puede acceder progresivamente a sus propios recursos, aquellos que se muestren adecuados para ir integrando sus vivencias pasadas. Esta integración, que deviene de comprender que un@ no es sus experiencias (desidentificarse) sino quien tiene experiencias (apropiarse), es la que le permite vivir en el presente con mayores recursos, más vitalidad y sosiego.

¿Cuándo es recomendable? En dos casos:

  1. Cuando ante una crisis o una situación desbordante y habiendo intentado soluciones sin éxito, queremos comprender lo que nos pasa y salir adelante. Incluso darle un rendimiento al dolor. Este es un proceso terapéutico de integración.
  2. Cuando queremos conocernos mejor aunque nos encontremos bien y nuestra vida sea razonablemente buena. Podemos aprender a observarnos y darnos cuenta de cómo nos situamos en el mundo y nos relacionamos con los demás. Descubrimos nuestros límites y nos apropiarnos de nuestras posibilidades. Este es un proceso de crecimiento personal.

¿Cómo nos ayuda la Terapia Gestalt?

Nadie crece solo ni aislado. La relación que construyen cliente y terapeuta es el vehículo por donde pasa la ayuda; de ahí su extraordinaria importancia en el proceso terapéutico.

A través de la relación que van cultivando el/la cliente y su terapeuta se van activando los mecanismos de contacto que el/la cliente tiene para relacionarse con los demás. Entre amb@s van tejiendo un vínculo seguro que facilite al/la cliente explorar sus aspectos vulnerables y partes heridas ayudándolas a crecer y madurar; a identificar sus emociones y transitarlas sin miedo; a encontrar en sí mism@ su propia fuente de apoyo y confianza y los recursos que le permitan cuidarse y llevar una vida más satisfactoria. De este proceso -un movimiento que va de dentro hacia fuera- aflora un sentimiento de respeto y aprecio por uno mism@ (autoestima).

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